domingo, 4 de octubre de 2009

Muerte y desdicha de Juana La Loca.

Tarde del 16 de septiembre de 1507.Tras un intenso partido de pelota en la ciudad de Burgos, Felipe con toda su magnificencia y elegancia própias de un rey, fue a celebrar su bien merecido triunfo con sus más allegados y con su esposa Juana. Felipe, sediento tras el ejercicio, mando al servicio que le trajeran un poco de agua, de los pozos del castillo, para aplacar su sed. En ese preciso intsante Juana le ofració un botijo lleno de agua helada: (la cual contenía una dosis suficiente para matar a un persona).

- Cariño, no preferirias un poco de esta agua helada para saciar tu sed? Te he estado reservando a la sombra un botijo lleno de agua.- ( dijo Juana )

Felipe tentado por la oferta de su esposa, acepto muy agradecido el agua.

Poco después, Felipe enfermó con síntomas febriles, leves perdidas intermitentes del conocimiento, mareos y vomitos própios del efecto del tejo. Tras unos cuántos largos y agonizantes días de enfermedad en su bella cama adornada con un dosel de tela roja, construida con maderas nobles y revestida de todo tipo de metales preciosos, Felipe yacía en sus aposentos retorciendose de dolor y sufriendo como un ``perro´´.

Juana, mientras contemplaba como Felipe se hayaba moribundo, se lamentaba el haber provocado aquellos estragos en su vida matrimonial. No pasaba una sola noche en la cual Juana no se arrepintiera de aquella fatídica tarde, cuando Juana, poseida por los celos, tomó la peor decisión al envenenar a su amado esposo Felipe.

La noche del 25 de septimbre de ese mismo año, Felipe, tras haber pasado unas horas agobiado por la idea de la muerte y de dejar este mundo, exhaló su último aliento y exclamó:

- Mi querida Juana, se que no has tenido la culpa de que yo enfermara, no te culpes por ello querida, quiero que sepas que cada día que he pasado junto a tí ha sido único y perfecto. Ahora, que estoy probablemente en mi lecho de muerte, quiero hacerte saber que desde el día en que te vi, he sentido algo muy fuerte por tí y se que tu tambien por mí, Juana, te amo fervientemente y eso nadie lo podrá cambiar jamás. Te quiero Juana, adio...- ( dijo Felipe con sus últimas fuerzas ).

Juana, sorprendida y muy dolida, se hayaba en el cabecero de la cama sosteniendo en su regazo la cabeza de Felipe y llorando una mezcla de lágrimas de tristeza, dolor y lamento.

Dos días después de la muerte de Felipe, Fernando, padre de Juana, quiso organizar un bonito entierro para el difunto esposo de su hija, a lo que Juana se negó rotundamente dando así una muestra irrefutable de su estado demencial. ( reiterando así su actitud y ganándose de nuevo el sobrenombre de ``La Loca´´).

Unos meses después de arrastrar con sigo el féretro de su difunto esposo y habiendo practicado numerosas incursiones nocturnas al ataúd de su marido con fines carnales, Juana por fin atendió a razones y aceptó que llevaran el cadáver de su marido a la iglesia de Santa Clara en Tordesillas con la condición de poder verle a su antojo y el traslado se llevara a cabo en el ocaso, cuando la gente tuviera el toque de queda en sus casas para así evitar que otras mujeres miraran el ataúd de su difunto esposo. Durante el trayecto el ataúd de Felipe volcó esparciendo por la calzada los restos putrefactos de Felipe. Juana, como era de esperar de su enajenación mental, se enojó de tal manera y con tanta fúria que se bloqueo, y no prestó atención a los restos de su marido y en su lugar se puso a gritar y a propinar golpes y arañazos a los pajes que transportaban el féretro...

Tras dejar en reposo eterno a su difunto marido en Tordesillas (Santa Clara), Juana renegó por completo a la higiene y al aseo personal, a los placeres y a los lujos própios de una reina y a las comodidades del castillo, corroborando y convenciendo a su padre de que Juana, debía ser encerrada cuanto antes.

Después de una temporada a la sombra en un calabozo de Tordesillas, Juana desarollo una fóbia a la oscuridad y a la falta de contacto humano y se encerró en su mente perdiendo así la percepción de la luz, y encerrandose en si misma y recordando con un grave pesar, la pérdida de su marido. Volviendo a dar muestras de su enfermedad mental, Juana renegó del sentido de la vista y se vendo los ojos durante una larga temporada hasta que un fatídico 12 de abril, Juana, tropezó con un escalón y perdió el equilibrio dando tumbos y vueltas por los ``pasillos´´ de su celda hasta terminar por chocar con un muro, el cual le rompió la crisma e irremediablemente murió al instante. Aquella fue la trágica y la vergonzosa muerte de Juana La Loca, la cual se arruinó al envenenar a su marido por los celos y las envidias.

3 comentarios:

  1. Me gusta en principio porque ha sido un trabajo elaborado por nosotros juntos...
    Además, le has dado como siempre un toque personal y eso es algo que siempre tienes...

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  2. La historia está muy bien redactada; pero tiene algunas faltas de ortografía y algún error al escribir los diálogos. Me gusta el toque de humanidad que tiene.

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  3. Si, por las faltas, en mi defensa he de decir que escribir a ordenador no es uno de mis fuertes y no se me ocurrió utilizar el corrector.

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